Los diálogos han puesto de manifiesto que la patria colombiana requiere de una honesta y profunda revisión. La desigualdad y la pobreza generalizada, la incompetencia estatal para hacer prevalecer el buen gobierno, la justicia y la paz, no han permitido sembrar concordia ni construir las bases de una reconciliación perdurable. El conflicto social y armado sigue vigente; originado en la llamada “violencia partidista”, en la injusta visión histórica sobre vitales asuntos atinentes a la tierra, en el manejo indigno de los dineros públicos, en la concentración sin límite de la riqueza nacional en contadas manos, cada vez más garosas, y en una institucionalidad pública inservible por haber sido arrinconada por inescrupulosos detentadores del poder, confirma que en la Mesa de Conversaciones, el reto que tienen por delante los plenipotenciarios es de una inmensidad sin precedentes.
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