Por Justin Podur
Alvaro Uribe Velez estaba siendo investido como presidente de Colombia el 7 de agosto, mientras las bombas de mortero explotaban contra el palacio presidencial. Estaba jurando que su plan de guerra, que incluye la creación de una "red de inteligencia civil" de espías quienes tienen que informar sobre sus vecinos, traería seguridad a los colombianos.
Afuera, la guerra los estaba matando. La guerra química de los Estados Unidos (fumigación aérea de las plantaciones de coca y de cualquier cosa en las cercanías) empezó de nuevo en Putumayo el día antes de la inaguración. Las bombas de mortero, atribuidas a las FARC, mataron 19 personas, principalmente civiles de uno de los barrios más pobres de Bogotá.
De los 44 millones de colombianos (24,2 millones de los cuales no pueden votar), 5,8 votaron a Uribe. Esta victoria ha sido atribuida a lo hastiados que están con el proceso de paz iniciado por el anterior presidente, Pastrana. Uribe promete una total guerra al terror contra las FARC: rompiendo las negociaciones hasta un desarme unilateral, recibiendo otros 800 millones de dolares de los Estados Unidos (la mayoría para las fuerzas militares que protegen un oleoducto) además de los 2.000 millones que ya les han ofrecido y por supuesto esta "red de inteligencia civil" de un millón de miembros.
Hay más promesas. Las organizaciones de derechos humanos van a ser investigadas por conexiones con la guerrilla. Y, quizás solo por coincidencia, la organización paramilitar Autodefensas Unidas Colombianas, ha realizado algunos cambios.
Su lider, Carlos Castaño, ha renunciado diciendo que la organización se ha disuelto. Puede que no sea una especulación tan drástica preguntarse si los 15.000 miembros de este grupo criminal apoyado por el ejército y con conexiones con el gobierno , no podrá encontrar nuevas y brillantes carreras en la "red de inteligencia civil". Además del 70% de sus ingresos que provienen del negocio de la droga, a estos hombres se les podría ofrecer un "pequeño estipendio mensual de unos 40 millones de dolares por parte del gobierno".
Oye, si la red de inteligencia civil realmente alcanza el millón de miembros y cada uno de ellos se saca 40 dólares al mes, eso son los 800 millones de dolares prometidos por el gobierno de los Estados Unidos, pagaderos durante dos años, consumidos en pequeños estipendios mensuales. Me pregunto cuán profundamente la administracion entrante ha pensado en esto.
El plan para desencadenar una guerra contra las organizaciones sociales usando los recientemente legitimados paramilitares y el dinero de Estados Unidos no es sino una versión más abierta y brutal de la estrategia del presidente saliente. Pastrana proclamó que estaba negociando mientras la maquinaria de guerra se incrementaba y los paramilitares continuaban sus carnicerías. Uribe promete usar la maquinaria de guerra y traer a los paramilitares de vuelta al redil. Esta es la nueva política que se supone resolverá el problema de la seguridad de los colombianos. Este es el plan de Uribe para hacer que los colombianos se sientan a salvo.
Pero él no puede hacer que los colombianos se sientan más seguros y la masacre del 7 de agosto lo prueba. Este es el problema con la guerra contra el terror. Uribe puede, si así lo quiere, desatar la campaña más despiadada contra la población civil más indefensa, observar mientras los líderes sociales son masacrados y secuestrados por su nueva "red de inteligencia", pero la afirmación de que es una estrategia para combatir el terror le explotará con la próxima bomba, y si los 6 millones de colombianos votaron a Uribe porque estaban cansados del terror que habían soportado con Pastrana, ¿cuánto tardarán en cansarse del terror al que se enfrentan con Uribe?
Bogotá tenía 20.000 soldados y policía en estado de alerta para la inaguración. Tenía helicópteros sobrevolando y un avión con radar de los Estados Unidos escudriñando por si había problemas. Las bombas impactaron en el palacio desde una casa situada a mil seiscientos metros y lanzaron 13 bombas más que mataron a 19 personas, incluyendo 3 niños. "Este tipo de ataque es absolutamente imposible de parar", dijo un senador colombiano.
Los militares colombianos y estadounidenses querían 800 millones de dólares para la lucha contra las FARC y proteger el oleoducto antes cuando creían que las FARC tenían solamente bombas caseras hechas de depósitos de propano. ¿Qué necesitarán ahora que saben que sus contrarios tienen bombas de 120 mm. que pueden impactar desde una distancia de 1.600 metros, mientras que los cacareados helicópteros del Plan Colombia sobrevuelan la zona? ¿Cuánto dinero más tienen los colombianos que ver desviarse de su educación, salud o medio ambiente, hacia un programa que solo acelera el ritmo de la violencia en su contra?
Las FARC intentaron una estrategia política en los 80 y fueron masacrados por ello. Entonces intentaron una estrategia militar, comprensible desde su punto de vista pero lamentable desde el punto de vista de aquellos que están hartos de la guerra. Desde entonces, han estado construyendo sus fuerzas con toda la paciencia de un ejército guerrillero de campesinos, y esperando la guerra total que, por experiencia, están seguros llegará. Ha estado esperando un presidente como Alvaro Uribe Velez. ¿Y hay alguien que piense que ésta es la única sorpresa militar que tienen guardada?
No, la guerra contra el terror en Colombia será como la guerra en cualquier otro sitio. Un lado u otro de los terroristas ganará. Aquellos que piensen que el terror puede hacer que la gente se sienta segura se equivocarán, pero ¿cuantas víctimas inocentes morirán antes de que entiendan este punto de vista tan trivial?
Los colombianos no querían ésto. Tampoco los 38 millones que no votaron a Uribe, ni los 6 millones que le votaron podrían posiblemente quererlo. Pero Uribe está listo para ofrecer sus vidas: "Moriremos si así debe ser, pero tenemos que recuperar la paz". Cambie "recuperar" por "impedir" y tendrá algo más parecido a lo que se ofrece.
¿Pueden los colombianos permitirse cuatro años de ésto? ¿Qué es lo que quedará despues de estos cuatro años?
Justin Podur es un comentarista y colaborador voluntario de Znet.
 
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