
En el análisis sobre el asimétrico pulso gobierno-estudiantes por la reforma de la Ley 30 de educación y la sorpresiva vuelta atrás del gobierno para intentar retomar las riendas del orden público, hay opiniones que le atribuyen al presidente Santos una habilidad de “jugador de póquer” para resolver conflictos, y otras que le asignan un nivel de grandeza a su publicitada actitud, según la cual, Santos actúa siempre impulsado por el anhelo de verse instalado en la galería de la historia
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