
El TLC cada vez aparece más extemporáneo. Cuando la iniciativa empezó a discutirse en el gobierno de Clinton, se consideraba que el libre mercado era una bendición que favorecía a todos los participantes. Se esperaba que la reducción de los aranceles y el libre movimiento de capitales propiciaran una elevación de la productividad y salarios que favorecía a los dos socios. La experiencia de apertura en Colombia controvirtió la creencia. En veinte años que siguieron a su adopción, la economía experimento el menor crecimiento del siglo, las tasas de desempleo más altas y un severo retroceso de la distribución del ingreso.
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